Literalmente desde la suspensión de Diego Armando Maradona del Mundial de Estados Unidos, en 1994, tras no pasar un control anti-doping, los argentinos han buscado incesantemente al sucesor del ‘Pelusa’: qué si Pablo Aimar, que si Juan Román Riquelme, entre otros. Lo cierto es que muchos de estos jugadores, a pesar de ser muy buenos o excelentes, no llegan al nivel de Maradona…hasta la irrupción de Messi en el panorama.
Pero el tema es que a Messi, que nunca ha jugado profesionalmente en la liga de su país, se le está exigiendo hace tiempo ser el Mesías, lo mismo que significó Maradona para el Mundial de 1986. Y Messi se lo exige también, pero no ha podido ser el súper héroe que la Argentina quiere y posiblemente el también. Se le exige que juegue como en Barcelona, pero en el equipo español tiene unos socios (Xavi, Iniesta y compañía) que no tiene en la selección albiceleste, tiene capacidad de movilidad por todo el campo, pero tiene un equipo que sabe manejar y tener y distribuir el balón de una manera tal que esa movilidad de ´La Pulga’ es posible, y por encima de todo, tiene sentido y resultados positivos.
Messi, para la mayoría de los entendidos y fans el mejor jugador del mundo, tiene toda la madera para formar parte en unos años (algunos piensan que ya está) en el dorado parnaso de los más grandes futbolistas de la historia…pero incluso algunos de los más grandes, como su compatriota Alfredo Di Stefáno o como el holandés Johan Cruyff, no ganaron un Mundial de Fútbol. Cruyff ni siquiera ganó una Eurocopa, pero fue la principal figura de un equipo de Holanda que revolucionó el fútbol en los años 70, aún sin conseguir títulos.
Pues, Messi es quizá el producto más brillante de un Barcelona que para muchos (yo lo creo así) ha revolucionado el fútbol actual…pero la selección Argentina no es el Barcelona.
Plagado de estrellas, especialmente ofensivas (se pueden dar el lujo de tener al Kun Agüero, Diego Milito y Gonzalo Higuaín en la banca), Argentina le falta encontrar un juego más asociado, con una distribución del balón más rápida y efectiva -aún cuando el director técnico Sergio Batista insiste en la tenencia del balón (que no es lo mismo que engolosinarse con el mismo)- y una mayor solidez defensiva. A pesar de todo, son tantas las grandes figuras futbolísticas argentinas que es difícil no darlas como serias candidatas a ganar cualquier torneo que se les presente.
Pero, quizá uno de sus graves problemas es esa sobreabundancia de grandes jugadores, especialmente en la parte alta. Asumiendo que tienes a Messi como un fijo en cualquier circunstancia, ¿con quién lo acompañas? ¿Con Tévez o Agüero? ¿Colocas un 9 como Milito o Higuaín y Messi más retrasado? ¿Juegas a Messi como falso 9 a pocos metros de portería o lo tiras atrás a organizar el flujo del juego desde el medio campo? ¿Y si es así, basta con la magnífica defensa de Mascherano y Cambiasso para hacer que fluya el juego de Messi sin verse ahogado ante dos, tres y cuatro defensas cada vez que toca el balón?
Todas estas preguntas no están del todo resueltas en el equipo argentino que juega actualmente la Copa América, y a pesar de eso y de las falencias que tiene aún la Argentina como un colectivo, aún así sigue siendo uno de los favoritos a llevarse la Copa, exactamente por eso que quizá todavía no se ha sabido gestionar eficazmente: la sobre-abundancia de talento, especialmente de figuras de ataque.
La comparación de la selección albiceleste con el Barcelona es constante, en gran medida por la presencia de Messi, genio en el equipo catalán y la máxima esperanza de redención de una Argentina que tiene mucho tiempo sin ganar títulos importantes.
Creo que por el bien de Messi y de la Argentina deben olvidarse por completo de las comparaciones con el Barcelona, no porque no haya talento en el equipo argentino, sino porque deben buscar y alcanzar una identidad propia que les permita, primero, sentirse cómodos a los jugadores (que como cualquier selección se nutre de gente que juega en muchas partes, en muchos países, lo cual implica trabajar muchísimo para encontrar una identidad), y segundo, para encontrar las claves, los automatismos y el ritmo de juego que pueda surgir a partir del talento, incluso de las falencias, que haya. Forzar a la Argentina, y peor aún, pedirle a Messi que haga lo mismo que hace en el Barcelona (sin tener a un Xavi o un Iniesta en su selección) no es muy lógico que digamos.
Messi es un grande, y se le debe exigir grandeza, pero ni a él ni a nadie se le puede exigir que supla todas las deficiencias de un equipo, que por más talento que tenga a nivel de individualidades, le falta, poco, mediano o mucho, pero le falta, ser una sociedad y no una agrupación de grandes jugadores.
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