Batista asumió el puesto de manera interina tras la salida del mítico Diego Armando Maradona de la dirección técnica. Algunos resultados positivos en partidos amistosos, especialmente la goleada a España pocos meses después de que los españoles ganasen el Mundial de Sudáfrica 2010 le validó la titularidad, pero la pobre actuación de la Copa América le pasó factura.
¿La Copa América no era una prioridad?
A Batista le condenaron varios puntos. Uno de ellos es la falta de seguridad que no pocos le achacan. Como ejemplo de esta acusación está el que durante muchos meses no convocaba a Carlos Tévez al argumentar que ya tenía a su jugador ideal para la posición 9: Lionel Messi. El Apache Tévez estuvo cerca de no ser convocado a la Copa América, pero finalmente lo fue, y al mismo tiempo fue titular en los dos primeros partidos de la Argentina en el torneo recién finalizado, precisamente los dos partidos en que peor jugó la anfitriona.
No solo convocó y titularizó a un jugador del cual mostró varias veces no estar convencido, sino que su supuesto 9 (Messi) literalmente nunca lo fue por la posición en que jugaba en el esquema de Batista, que plagó el medio del campo de volantes esencialmente defensivos, dejando a Messi literalmente sin socios. El no sacar mejor provecho del mejor jugador del mundo actualmente es uno de los puntos que le condenaron.
Igualmente, la mala imagen dada por Argentina en esta Copa. Se podía no pasar de Cuartos de Final por un mal día de tus jugadores principales, porque el goleador del equipo contrario hizo el partido de su vida, en fin, por muchas razones. Pero no se pasó porque en gran medida la Argentina no estaba hecha como un auténtico equipo capaz de afrontar grandes retos como un colectivo. ¿Estrellas y crack? Muchos. ¿Juego asociado y un equipo cohesionado? Poco, muy poco. Y si la labor esencial de un director técnico es formar un colectivo y eso no se vio en el campo de juego, con escasas excepciones (en las que, ¿coincidencia?, estaba casi siempre Messi implicado), la continuidad de Batista era harto difícil.
Pero, hay otro punto vital a mí entender: Batista había dicho antes de la participación en la Copa América (también en el transcurso y luego de ser eliminada la Argentina) que su prioridad al mando de la selección eran las Eliminatorias mundialistas para la edición del 2014 en Brasil.
Para una de las potencias futbolísticas en Sudamérica y el mundo, para un equipo que jugaba como anfitrión, para una selección que no gana como selección absoluta un título desde hace 18 años, ¿era real asumir que la edición hace poco días finalizada del principal torneo en el continente americano de selecciones podía ser asumido como una parada esporádica camino a las eliminatorias?
Si bien es cierto que a Argentina le costó horrores superar las eliminatorias pasadas, ha participado en 15 de los 19 mundiales disputados, y no falta a un Mundial desde la edición de 1970. Es decir, las posibilidades de que los argentinos jueguen un Mundial históricamente son muchas más que las posibilidades de no jugarlos, como les sucede a los italianos, alemanes o brasileños, por citar posiblemente las selecciones ‘eternas’ en la máxima cita futbolística.
¿Hay algún punto de vista desde el cual ganar (o por lo menos luchar dando una gran imagen) la Copa América podía ser contraproducente para la preparación para las eliminatorias que inician en octubre? Las eliminatorias en Sudamérica duran casi dos años con el formato actual. Durarán un poco menos ahora ya que Brasil no tendrá que disputarlas, por tener el pase directo como país anfitrión en el 2014. ¿Jugar un par de partidos más si hubiese accedido a semifinales y luego a la final o el partido por el tercer puesto iba a marcar un desgaste irremediable en el combinado albiceleste?
Para uno de los países de mayor culto al fútbol, que a la vez ha producido y produce varios de los mejores jugadores de la historia, jugar un torneo de esta relevancia y dar una mala imagen jugando como anfitrión es difícil de digerir. Pero que el DT diga que el objetivo es clasificar al próximo Mundial quitándole peso a una participación bastante discreta del equipo local (que estaba empate en el listado de máximo ganadores con Uruguay, antes de iniciar el torneo), es como para no digerirlo ni con ayuda de nutricionistas.
La Copa América es un torneo con un trofeo para el ganador, y las eliminatorias no, las cuales te permiten acceder al principal torneo de selecciones nacionales del mundo, pero no implican llevarse un trofeo a las vitrinas. Ni siquiera hacer unas eliminatorias espectaculares garantiza en lo absoluto una participación exitosa ni decorosa en un Mundial.
Al momento de oficializar su posición de técnico titular de la albiceleste, ¿dejo claro Batista que la prioridad era llegar al próximo Mundial y que la Copa América no era un objetivo fundamental? Si no lo hizo, jugó con fuego y ha quedado calcinado; y si lo hizo la Asociación de Fútbol Argentina (AFA) entonces le ha ninguneado. ¿Cuál de las dos?
Ahora vendrá otro técnico. Pero si a ese nuevo entrenador no se le brinda una tranquilidad mínima y un margen de acción relativamente amplio (que pueda decidir sin asfixiantes presiones externas a que jugadores convoca o no, que esquemas de juego implementar, etc.), el futuro de la selección argentina puede ser igual o peor que el presente y el pasado reciente.
Lo peor que pueden hacer es elegir un técnico al vapor, especialmente si no se confía en demasía. El único reto como selección hasta el próximo Mundial son las eliminatorias. ¿Habrá un técnico para superarlas y llegar al Mundial 2014, es decir, que duré por lo menos tres años en el puesto, o ante cualquier tropiezo (digamos, un par de partidos amistosos perdidos ante selecciones “menores”) cambiarían al técnico aún desconocido en este momento? El reto para la Argentina no es baladí: elegir bien ahora puede cambiar el camino de fracasos (o escasez de triunfos, a quien le moleste el término anterior) o iniciar un camino que permita pensar que los triunfos pueden ser posibles, partiendo de hechos reales, no de sueños o suposiciones de superioridad futbolística. A fin de cuenta, ningún técnico tiene el poder absoluto de garantizar éxitos, aunque sí el trabajo que induzca al triunfo. Después, lograrlo o no es otra historia.
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