El duelo entre España y
Francia tenía mucho morbo. Los españoles jamás habían vencido a los galos en un
partido oficial, y más de un gran disgusto había pasado la selección española,
como aquel partido en el Mundial 2006 donde se suponía jubilarían a Zidane, que
ya había anunciado su retiro tras el Mundial, y Francia le dio una lección de
fútbol a los españoles.
Quizá esa lección fue
un punto de inflexión necesaria para el seleccionado español, y darse cuenta de
que los talentos individuales –que generalmente han tenido en las grandes
citas- no bastaba, que era necesario formar equipos compactos, con una
identidad precisa. Lo han logrado y durante largo tiempo y con muy buenos resultados.
Ganar la Eurocopa 2008 y el Mundial 2012 son pruebas de lo dicho.
¿De
quién es el balón? ¡Pues de España!
Quien juegue contra los
españoles sabe algo que es literalmente una realidad anticipada hace muchos
años: la mayor tenencia del balón es de España. El partido de hoy contra Francia
no fue una excepción: un 60 % de dominio para un equipo con un medio campo de
leyenda: Xavi Hernández, Andrés Iniesta, Xabi Alonso, Busquets y Silva, más
Fábregas disfrazado de ‘falso nueve’.
Pero, el dominio del
esférico no se reflejó necesariamente en muchas oportunidades de tiro bajo los
tres palos. De hecho, solo fueron tres, y todas de los pies y la cabeza de Xabi
Alonso, que celebró su partido 100 con la selección española con dos goles, el
último al minuto 90 de penal.
No fue hasta el minuto
18 en que España creó una jugada real de peligro. Pase de Iniesta a Jordi Alba,
desborde magistral del jugador valencianista, alza la mirada y coloca un gran
pase en el área. Increíblemente solo, como si se encontrase en un islote
abandonado en plena mar, Xabi Alonso dio un fuerte y muy dirigido cabezazo
imposible de detener por el arquero francés, Hugo Lloris. Hasta el gol de
Alonso no había habido peligro en ninguno de los arcos.
Faltando 27 minutos
para finalizar el primer tiempo era lógico pensar que los franceses buscarían
con ahínco el gol del empate. Pero los mediocampistas españoles no solo tienen
la virtud de tener el balón, de dominarlo con criterio y de buscar en la mayoría
de los casos el pase que posibilite claras jugadas de gol, sino que tienen la
virtud de defender con gran efectividad cuando no tienen el balón, de presionar
y ahogar frecuentemente al contrario en las impresiones naturales cuando se
hace cuesta arriba la salida ordenada de los contrarios.
Tan poblado estaba el
mediocampo español que provocaba la también híper población de los medios y
defensas franceses a veces en espacios menores a los 20 metros.
Al minuto 31 fue que Francia
creó su primera jugada de peligro en el partido, con un tiro libre de Cabaye,
que se fue por muy poco por encima del travesaño. Un minuto después hubo una
aproximación con cierto margen de peligro, lo que fue quizá el ‘mejor momento
del partido’ en el primer tiempo para los franceses.
Fuera del gol de Alonso
el primer tiempo tuvo pocas emociones y la portería de Iker Casillas fue un
remanso de paz. La sombra del peligro de gol apenas rondó por sus predios.
Más voluntad gala, pero con muy poca garra
Con Platini y con
Zidane Francia era potencia. Les sobraba juego y también carácter. A Benzema le
sobra talento, pero lo otro no está claro. Quizá Ribéry tenga más de esta
virtud, pero posiblemente no la suficiente para erigirse en el líder de una
Francia post-Zidane.
Estuvo la selección
gala más voluntariosa en los primeros minutos del segundo tiempo, pero sin general
real peligro. Debuchy tuvo un disparo de mucho peligro a pase de Ribéry en el
minuto 60, apenas la segunda jugada de cierta inquietud en la portería de Casillas.
Sin embargo, la voluntad de buscar el partido por parte de los galos tampoco
fue tan manifiesta, ya que no hubo ni un solo período de 5 ó 6 minutos en los
que Francia metiera miedo en la piel de los españoles. Al contrario, España
jugó literalmente un partido plácido, hasta cierto punto indigno de la
categoría histórica de los rivales en disputa. La gran responsable fue Francia,
que ni por casualidad le dio a España la guerra que le dio, por ejemplo,
Croacia en el último partido de la fase de grupo, en el cual los croatas
buscaron su pase a Cuartos de Final y provocando varias intervenciones
providenciales del portero español. Si Francia aprendió algo de aquel partido y
de cómo combatir contra los españoles, seguramente esas enseñanzas fueron
olvidadas.
Un penal sobre Pedro ‘Pedrito’
Rodríguez en el minuto 89 permitió el segundo gol de Xabi Alonso y España al
minuto 90. El 2-0 se acercaba más que el resultado por la mínima a la actitud
de ambos equipos en la cancha: un equipo fiel a su estilo y convencido de sus
galones, otro equipo con un historial riquísimo en las últimas tres décadas y que
nunca dejó clara evidencia de luchar por el partido. Francia por momentos
parecía más preocupada por no sufrir una goleada que por lograr por lo menos un
empate que alargase el partido hasta los penales.
No fue la mejor versión
de España a partir del sobrado talento que tiene, especialmente en el centro
del campo. Pero de algo seguro no se le puede acusar: de traicionar una idea,
una identidad y una propuesta definida de lo que busca y como lo busca. A la
Francia contra los españoles se les puede acusar de casi todo, empezando por la
mezquindad de su juego.
Francia
no pudo apostar a la grandeza
Los números en fútbol
de vez en cuando pueden mentir en uno que otro partido, pero en el balance
general es muy difícil que sean embusteros. En cuatro partidos jugados Francia
logró cuatro de 12 puntos posibles, para un pobre 33 % de efectividad. Hizo
apenas 3 goles, para un magro 0.75 por partido, y sus dos principales armas ofensivas,
Benzema y Ribéry, ambos estrellas en grandes clubes europeos, no marcaron ni un
gol entre ambos.
Saber que el equipo
contrario es superior no es una justificación suficiente a la pobreza del juego
galo ante España. De sobra se sabía –y lo sabe todo el mundo futbolístico- que
los españoles son los amos del balón, que lo mueven mil veces si es necesario
para buscar las opciones más claras de gol, que no son muy amigos del
contragolpe ni del juego aéreo para alcanzar el gol. Todo eso se sabe hace años
en las que España domina el fútbol mundial, pero Francia jugó como si nada de
esto lo hubiese sabido.
Que Francia perdiese
era el resultado más probable, pero que lo hiciera con tan poca resistencia y
sin literalmente inquietar a España era algo difícil de imaginar, máxime cuando
equipos teóricamente menos potentes actualmente como Italia y Croacia, a pesar
de las muchas virtudes españolas, pudieron plantearles serias dificultades.
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