Como muchos otros, pensaba que la eliminatoria entre el FC Barcelona y el Bayern Munich sería más cerrada en el doble choque entre ambos. Como muchos, me equivoqué, por lo menos respecto al primer partido disputado en el Camp Nou de la Ciudad Condal (y que bueno, porque, no tengo intención de negarlo, soy fan del Barça).
Mucho se está hablando a través de toda la temporada del Tridente de Lujo conformado por Eto’o, Henry y el indiscutible número uno al día de hoy, Lionel Messi. Pero bien podría hablarse del Quinteto de Luxe, el tridente ya mencionado secundados por Xavi Hernández y Andrés Iniesta. La clarividencia de juego de estos dos pequeños gigantes, la certeza en el pase, la capacidad de sorpresa de ambos hace que junto al camerunés, el francés y el argentino de arriba el Barcelona sea ofensivamente una maquina casi perfecta.
Y si a este Quinteto de Luxe le sumamos el no pocas veces magnífico aporte ofensivo del carrilero derecho Dani Alves, entonces estamos en presencia de un Sexteto Divino, porque si el parnaso griego jugara al fútbol estarían disfrazados de blaugrana.
Pero dejemos tantos elogios a un lado, que al Barcelona le llueven epítetos de este calibre desde todos los rincones futbolísticos del planeta. Hasta el fantástico portero del Real Madrid, Iker Casillas, ha dicho que ha sentido envidia al ver jugar al Barça esta temporada.
El 4-0 del partido de ida de los Cuartos de Final de la Champions League entre el equipo español y el alemán hizo sobrada justicia al juego desplegado por los comandados por Pep Guardiola, especialmente por lo mostrado en el primer tiempo, unos de esos 45 minutos de fútbol que ni los años ni la falta de memoria podrán hacer olvidar. El Tridente de Lujo hizo de todo, al igual que el medio campo y la defensa barcelonista. Messi hizo dos goles, dio un pase, marco Eto’o, marcó Henry, pasó Eto’o, marcó Henry. Sencillamente, hicieron lo que les vino en gana.
Una de las razones para pensar previamente que la eliminatoria sería más cerrada tiene que ver con algo no presente, sino pasado, y el prestigio histórico del conjunto bávaro, quien tiene cuatro Copas de Europa en sus vitrinas. Pero el pasado es solo eso, tiempo que fue. Lo mostrado en el Camp Nou por los dirigidos por Jürgen Klismann es diametralmente opuesto a lo mostrado por el Barcelona. El Bayern Munich fue un equipo diezmado, limitado, sin fuerza y timorato. Muy poco Bayern ante un Barça que si se les da algunas ventajas pueden pasar por encima como si de un partido benéfico se tratase.
El camino a Roma –donde será la final de este año- se despeja un poco. Pero, cuidado, por más que sea el mejor equipo del mundo hoy por hoy tampoco se puede ir de vacaciones a Alemania para el partido de vuelta, y además, en las Semifinales habrá un Chelsea o un Liverpool que habrán tomado notas de lo ocurrido a los alemanes. Y, después la final, que hay que jugarla porque nadie la gana desde los elogios de los fans y de la prensa. No pocos súper favoritos no aprueban el examen final, ese que separa al Campeón del Sub-campeón: es decir, el segundón.
No hay comentarios:
Publicar un comentario