domingo, 24 de junio de 2012

Plácida España, inoperante Francia


El duelo entre España y Francia tenía mucho morbo. Los españoles jamás habían vencido a los galos en un partido oficial, y más de un gran disgusto había pasado la selección española, como aquel partido en el Mundial 2006 donde se suponía jubilarían a Zidane, que ya había anunciado su retiro tras el Mundial, y Francia le dio una lección de fútbol a los españoles.

Quizá esa lección fue un punto de inflexión necesaria para el seleccionado español, y darse cuenta de que los talentos individuales –que generalmente han tenido en las grandes citas- no bastaba, que era necesario formar equipos compactos, con una identidad precisa. Lo han logrado y durante largo tiempo y con muy buenos resultados. Ganar la Eurocopa 2008 y el Mundial 2012 son pruebas de lo dicho.

¿De quién es el balón? ¡Pues de España!
Quien juegue contra los españoles sabe algo que es literalmente una realidad anticipada hace muchos años: la mayor tenencia del balón es de España. El partido de hoy contra Francia no fue una excepción: un 60 % de dominio para un equipo con un medio campo de leyenda: Xavi Hernández, Andrés Iniesta, Xabi Alonso, Busquets y Silva, más Fábregas disfrazado de ‘falso nueve’.

Pero, el dominio del esférico no se reflejó necesariamente en muchas oportunidades de tiro bajo los tres palos. De hecho, solo fueron tres, y todas de los pies y la cabeza de Xabi Alonso, que celebró su partido 100 con la selección española con dos goles, el último al minuto 90 de penal.

No fue hasta el minuto 18 en que España creó una jugada real de peligro. Pase de Iniesta a Jordi Alba, desborde magistral del jugador valencianista, alza la mirada y coloca un gran pase en el área. Increíblemente solo, como si se encontrase en un islote abandonado en plena mar, Xabi Alonso dio un fuerte y muy dirigido cabezazo imposible de detener por el arquero francés, Hugo Lloris. Hasta el gol de Alonso no había habido peligro en ninguno de los arcos.

Faltando 27 minutos para finalizar el primer tiempo era lógico pensar que los franceses buscarían con ahínco el gol del empate. Pero los mediocampistas españoles no solo tienen la virtud de tener el balón, de dominarlo con criterio y de buscar en la mayoría de los casos el pase que posibilite claras jugadas de gol, sino que tienen la virtud de defender con gran efectividad cuando no tienen el balón, de presionar y ahogar frecuentemente al contrario en las impresiones naturales cuando se hace cuesta arriba la salida ordenada de los contrarios.
Tan poblado estaba el mediocampo español que provocaba la también híper población de los medios y defensas franceses a veces en espacios menores a los 20 metros.

Al minuto 31 fue que Francia creó su primera jugada de peligro en el partido, con un tiro libre de Cabaye, que se fue por muy poco por encima del travesaño. Un minuto después hubo una aproximación con cierto margen de peligro, lo que fue quizá el ‘mejor momento del partido’ en el primer tiempo para los franceses.
Fuera del gol de Alonso el primer tiempo tuvo pocas emociones y la portería de Iker Casillas fue un remanso de paz. La sombra del peligro de gol apenas rondó por sus predios.

Más voluntad gala, pero con muy poca garra

Con Platini y con Zidane Francia era potencia. Les sobraba juego y también carácter. A Benzema le sobra talento, pero lo otro no está claro. Quizá Ribéry tenga más de esta virtud, pero posiblemente no la suficiente para erigirse en el líder de una Francia post-Zidane.

Estuvo la selección gala más voluntariosa en los primeros minutos del segundo tiempo, pero sin general real peligro. Debuchy tuvo un disparo de mucho peligro a pase de Ribéry en el minuto 60, apenas la segunda jugada de cierta inquietud en la portería de Casillas. Sin embargo, la voluntad de buscar el partido por parte de los galos tampoco fue tan manifiesta, ya que no hubo ni un solo período de 5 ó 6 minutos en los que Francia metiera miedo en la piel de los españoles. Al contrario, España jugó literalmente un partido plácido, hasta cierto punto indigno de la categoría histórica de los rivales en disputa. La gran responsable fue Francia, que ni por casualidad le dio a España la guerra que le dio, por ejemplo, Croacia en el último partido de la fase de grupo, en el cual los croatas buscaron su pase a Cuartos de Final y provocando varias intervenciones providenciales del portero español. Si Francia aprendió algo de aquel partido y de cómo combatir contra los españoles, seguramente esas enseñanzas fueron olvidadas.

Un penal sobre Pedro ‘Pedrito’ Rodríguez en el minuto 89 permitió el segundo gol de Xabi Alonso y España al minuto 90. El 2-0 se acercaba más que el resultado por la mínima a la actitud de ambos equipos en la cancha: un equipo fiel a su estilo y convencido de sus galones, otro equipo con un historial riquísimo en las últimas tres décadas y que nunca dejó clara evidencia de luchar por el partido. Francia por momentos parecía más preocupada por no sufrir una goleada que por lograr por lo menos un empate que alargase el partido hasta los penales.

No fue la mejor versión de España a partir del sobrado talento que tiene, especialmente en el centro del campo. Pero de algo seguro no se le puede acusar: de traicionar una idea, una identidad y una propuesta definida de lo que busca y como lo busca. A la Francia contra los españoles se les puede acusar de casi todo, empezando por la mezquindad de su juego.

Francia no pudo apostar a la grandeza

Los números en fútbol de vez en cuando pueden mentir en uno que otro partido, pero en el balance general es muy difícil que sean embusteros. En cuatro partidos jugados Francia logró cuatro de 12 puntos posibles, para un pobre 33 % de efectividad. Hizo apenas 3 goles, para un magro 0.75 por partido, y sus dos principales armas ofensivas, Benzema y Ribéry, ambos estrellas en grandes clubes europeos, no marcaron ni un gol entre ambos.

Saber que el equipo contrario es superior no es una justificación suficiente a la pobreza del juego galo ante España. De sobra se sabía –y lo sabe todo el mundo futbolístico- que los españoles son los amos del balón, que lo mueven mil veces si es necesario para buscar las opciones más claras de gol, que no son muy amigos del contragolpe ni del juego aéreo para alcanzar el gol. Todo eso se sabe hace años en las que España domina el fútbol mundial, pero Francia jugó como si nada de esto lo hubiese sabido.

Que Francia perdiese era el resultado más probable, pero que lo hiciera con tan poca resistencia y sin literalmente inquietar a España era algo difícil de imaginar, máxime cuando equipos teóricamente menos potentes actualmente como Italia y Croacia, a pesar de las muchas virtudes españolas, pudieron plantearles serias dificultades. 

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